Tomas en el
tiempo un momento para preguntarte, ¿cómo se camuflan las ganas? ¿Cómo se hace
irrelevante cada una de las circunstancias que arremeten una y otra vez a tu
consciencia?
Perplejidad,
tu propia insolencia te ha jugado una mala pasada, el único monstruo siempre
fuiste vos contra vos mismo, ¿quién diría?
Te vas, te
despegas, pero siempre supiste que tenías que volver, enfrentarte, seguir, embestir
a la rutina. Por más que te cansaste de esperar y te ves agobiado, pedís casi
suplicando un empujoncito, algo que te impulse, algo que te haga alcanzar esa luz escondida.
“siempre quejándote de todo y la
vez fingiendo no darle importancia a nada, vives de esperanzas pero no sabes ni
qué esperas…” - Julio Cortázar.